viernes, 5 de julio de 2013

¿Cómo celebrar la Santa Misa? III


Liturgia de la palabra


   Terminada la oración coelcta, el lector se dirige al ambón y proclama la primera lectura, que todos escuchan sentados y pronuncian al final la aclamación.

   Terminada la lectura, el salmista o un cantor o el mismo lector recita el salmo, y el pueblo va diciendo la respuesta.

   Luego, si hay una segunda antes del Evangelio, el lector la hace desde el ambón, como se ha dicho antes, permaneciendo todos sentados mientras escuchan y aclamando al final.

   Sigue el Aleluya u otro canto, el sacerdote, según las exigencias del tiempo litúrgico.

   Mientras se cata el Aleluya u otro canto, el sacerdote, si se emplea el incienso, lo pone en el incensario. Luego, con las manos juntas e inclinado ante el altar, dice en secreto el Purifica mi corazón.

   Después toma el libro de los Evangelios, si éste está en el altar,; y precedido por los ministros, que pueden llevar el incienso y los candeleros, se acerca al ambón.

   Llegado al ambón, el sacerdote abre el libro y dice: El Señor esté con vosotros, y en seguida: Lectura del santo Evangelio, haciendo la cruz sobre el libro con el pulgar, y luego sobre su propia frente, boca y pecho. Luego, si se utiliza el incienso, inciensa el libro. Después de la aclamación del pueblo proclama el Evangelio, y, una vez terminada la lectura, besa el libro diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados. Después de la lectura del Evangelio, se hace la aclamación del pueblo, según la costumbre de cada región.

   Si no hay lector, el mismo sacerdote hará todas las lecturas, y según la necesidad, proclamará también él los cantos interleccionales, de pie en el ambón. Allí mismo, si se emplea el incienso, lo pone en el inciensario, y dice inclinado el Purifica mi corazón.





   La homilía se hace en la sede o en el ambón.



   El Símbolo lo dice el sacerdote juntamente con el pueblo. A las palabras: Y por  obra del Espirítu Santo, etc., todos se inclinan; pero en las solemnidades de la Anunciación y de la Natividad del Señor, se arrodillan. (Misterio de la Encarnación).

   Después, con la correspondiente participación del pueblo, se hace la oración universal u oración de los fieles, que el sacerdote dirige desde la sede o desde el ambón.