miércoles, 26 de junio de 2013

¿Cómo celebrar la Santa Misa? II


 Forma Típica

Ritos Iniciales

   Reunido el pueblo, el sacerdote y los ministros, revestidos cada uno con sus vestiduras sagradas, avanzan hacia el altar por este orden:

  a) Un ministro con el incensario humeante, si se emplea el incienso.
  b) Los ministros que, si se juzga oportuno, llevan los ciriales, y, en medio de ellos, si el caso lo pide, otro con la cruz.
  c) Los acólitos y otros ministros.
  d) El lector, que puede llevar el libro de los Evangelios.
  e) El sacerdote que va a oficiar en la Misa.

   Si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario antes de que la procesión se ponga en marcha.

   Mientras se hace la procesión hacia el altar, se ejecuta el canto de entrada.



   Cuando han llegado al altar, el sacerdote y los ministros hacen la debida reveverencia, es decir, inclinación profunda o, si está allí el sagrario con el Santísimo Sacramento, genuflexión.
   La cruz, si es que se ha llevado en la procesión, se coloca junto al altar o en algún otro sitio conveniente; los candeleros que han llevado los ministros se colocan junto al altar o en la credencia, el libro de los Evangelios se pone sobre el altar.

   El sacerdote sube al altar y lo venera con un beso. Luego, según la oportunidad, inciensa el altar rodeándolo completamente.




   Terminado esto, el sacerdote va a su sede. Una vez concluido el canto de entrada, todos, sacerdotes y fieles, de pie, hacen la señal de la cruz. El sacerdote empieza: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. El pueblo responde: Amén.
   Luego el sacerdote, de cara al pueblo y extendiendo las manos, saluda a la asamblea usando una de las fórmulas propuestas. Puede también, él u otro ministro idóneo, hacer una brevísima introducción a los fieles sobre la Musa del día.



   Después del acto penitencial, se dicen el Señor, ten piedad y el Gloria, según las rúbricas. El Gloria lo puede entonar o el sacerdote o los cantores o también todos a una.  





   Luego el sacerdote invita al pueblo a orar, con las manos juntas y diciendo: Oremos. Todos, juntamente con el sacerdote, oran en silencio durante breve tiempo. Entonces el sacerdote, extendiendo las manos, dice la oración colecta, y cuando éste termina, el pueblo aclama: Amén.













   

 

¿Cómo celebrar la Santa Misa?


LA MISA CELEBRADA CON PARTICIPACIÓN DEL PUEBLO


   Por «Misa celebrada con participación del pueblo» se entiende la que se celebra con participación de los fieles. Conviene que, mientras sea posible, sobre todos los domingos y fiestas de precepto, tenga lugar esta celebración con canto y con el número adecuado de ministros; sin embargo, puede también celebrarse sin canto y con un solo ministro.

   Conviene que ordinariamente asistan al sacerdote celebrante un acólito, un lector y un cantor: esta forma, en lo que seguirá, la denominaremos «típica». Sin embargo, el rito que a continuación se describirá prevé también la posibilidad de un mayor número de ministros.
   En cualquier forma de celebración puede estar presente un diácono, desempeñando su propio oficio.



Lo que se ha de preparar

   Cúbrase el altar al menos con un mantel. Sobre el altar, o cerca del mismo, colóquese un mínimo de dos candeleros con sus velas encendidas o incluso cuatro o seis, y si celebra el Obispo de la diócesis, siete. También sobre el altar o cerca del mismo ha de haber una cruz. Los candeleros y la cruz pueden llevarse en la procesión de entrada. Sobre el altar puede ponerse, a no ser que también éste se lleve en la procesión de entrada, el libro de los evangelios, diverso del libro de las restantes lecturas.

Altar preparado para celebración con el Obispo diocesano

   Prepárese también:

  a) Junto a la sede del sacerdote: el misal y, según convenga, el librito de los cantos.
  b) En el ambón: el libro de las lecturas (Leccionario)
  c) En la credencia: el cáliz, el corporal, el purificador, la palia, si se usa, la patena y los copones si son necesarios con el pan para la comunión del sacerdote, de los ministros y del pueblo; las vinajeras con el vino y el agua, a no ser que lo vayan a ofrecer los fieles al momento del ofertorio; la patena para la comunión de los fieles y todo lo que se hace falta para la ablución de las manos. Cúbrase el cáliz con un velo, que podrá ser siempre de color blanco.

   



   En la sacristía, según las diversas formas de celebración, prepárense las vestiduras sagradas del sacerdote y de los ministros:

  a) Para el sacerdote: el alba, la estola y la casulla.





  b) Para el diácono: el alba, la estola y la dalmática. Esta última, por necesidad o por grado inferior de solemnidad puede, omitirse.
   c) Para los demás ministros: albas u otras vestiduras litúrgicas legítimamente aprobadas.
   Todos los que usan el alba, empleen el cíngulo y el amito, a no ser que se provea de otra manera.











martes, 25 de junio de 2013

Liturgia Eucarística III - Rito de la Comunión - Rito de Conclusión


Rito de la comunión

   Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. A esto tienden la fracción y los demás ritos preparatorios, con los que se va llevando a los fieles hasta el momento de la comunión:

  a) La oración dominical: en ella se pide el pan de cada día, con lo que también se alude, para los cristianos, al pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, que en realidad, "las cosas santas se den a los santos". El sacerdote invita a orar, y los fieles dicen, todos a una con el sacerdote, la oración. El sacerdote solo añade el embolismo, y el pueblo lo termina con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la oración dominical, pide para toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal.
     La invitación, la oración misma, el embolismo y la doxología, con que el pueblo cierra esta parte, se pronuncian o con canto o en voz alta.




  b) Sigue, a continuación, el rito de la paz, con el que los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan.
  Por lo que toca al mismo rito de darse la paz, establezcan las Conferencias Episcopales el modo más conveniente, según las costumbres y el carácter de cada pueblo.

  c) El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la última Cena, en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística. Este rito no sólo tiene una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1Co 10, 17).

  d) Inmixtión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.

  e) Cordero de Dios: mientras se hace la fracción del pan y la inmixtión, los cantores o un cantor cantan el Cordero de Dios, como de costumbre, con  la respuesta del pueblo; o lo dicen al menos en voz alta. Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. La última vez se concluirá con las palabras: danos la paz.

  f) Preparación privada del sacerdote: el sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el Cuerpo y Sangre de Cristo; los fieles hacen lo mismo, orando en silencio.

  g) Luego el sacerdote muestra a los fieles el pan eucarístico que recibirán en la comunión, y los invita al banquete de Cristo, y, juntamente con los fieles, formula, usando palabras evangélicas, un acto de humildad.


  
  h) Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma Misa y, en los casos previstos, participen del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos exteriores, que la comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se celebra.

  i) Mientras sacerdotes y fieles reciben el Sacramento, tiene lugar el canto de comunión, canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar, al mismo tiempo, la alegría del corazón y hacer más fraternal la procesión de los que van avanzando para recibir el Cuerpo de Cristo. El canto se comienza cuando comulga el sacerdote, y se prolonga mientras comulgan los fieles hasta el momento que parezca oportuno. En el caso de que se cante un himno después de la comunión, ese canto conclúyase a tiempo.



  Se puede emplear o la antífona del Gradual Romano, con salmo o sin él, o la antífona con el salmo del Graduale simplex, o algún otro canto adecuado, aprobado por la Conferencia Episcopal. Lo cantan los cantores solos o también los cantores, o uno de ellos, con el pueblo.
   Si no hay canto, la antífona propuesta por el Misal es rezada por los fieles, o por alguno de ellos, o por un lector, o, en último término, la recitará el mismo sacerdote, después de haber comulgado y antes de distribuir la comunión a los fieles.

  j) Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, pueden orar un rato recogidos. Si se prefiere, puede también cantar toda la asamblea un himno, un salmo o algún otro canto de alabanza.



  k) En la oración después de la comunión, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación: Amén.


D) Rito de conclusión

   El rito consta de:

  a) Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración "sobre el pueblo" o con otra fórmula mpas solemne.
  
  b) Despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que cada uno vuelva a sus honestos quehaceres, alabando y bendiciendo al Señor.
















   

Liturgia Eucarística II


Plegaria eucarística

   Ahora es cuando empieza el centro y culmen de toda la celebración,a saber, la Plegaria eucarística, que es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios, en oración y acción de gracias, y se les asocia en la oración que él dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo, a Dios Padre. El sentido de esta oración es que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.

   Los prinicipales elementos de que consta la Plegaria eucarística pueden distinguirse de esta manera:

  a) Acción de gracias (que se expresa sobre todo en el prefacio): en la que el sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y les da las gracias por toda la obra de salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo litúrgico.


  b) Aclamación: con ella toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita el Santo. Esta aclamación, que constituye una parte de la Plegaria eucarística, la pronuncia todo el pueblo con el sacerdote.


  c) Epíclesis: con ella la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora el poder divino para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes la reciben.
 d) Narración de la institución y consagración: en ella, con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los Apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar ese mismo misterio.
  e) Anámnesis: con ella la Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
  f) Oblación: por ella la Iglesia, en este memorial, sobre todo la Iglesia aquí y ahora reunida, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada. La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos, y que día en día perfeccionen, con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios lo sea todo para todos.
  g) Intercesiones: con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos, miembros que han sido todos llamados a participar de la salvación y redención adquiridas por el Cuerpo y Sangre de Cristo.



  h) Doxología final: en ella se expresa la glorificación de Dios, y se concluye y confirma con la aclamación del pueblo.

   La plegaria eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y en silencio, y que tomen parte en ella por medio de las aclamaciones previstas en el mismo rito.



Plegaria eucarística(III) Completa : http://www.youtube.com/watch?v=1vMVDESIrPs

sábado, 22 de junio de 2013

Liturgia Eucarística


C) Liturgia eucarística

   En la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y convite pascual, por medio del cual el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia cuando el sacerdote, que representa a Cristo Señor, realiza lo que el mismo Señor hizo y enncargó a sus discípulos que hicieran en memoria de él.
   Cristo, en efecto, tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: "Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía." De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la Liturgia eucarística según estas mismas partes que responden a las palabras y gestos de Cristo. En efecto:

   1) En la preparación de las ofrendas se llevan al altar el pan y el vino con el agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

   2) En la Plegaria eucarística se dan gracias a Dios, por toda la obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

    3) Por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles, y por la comunión los mismos fieles reciben el Cuerpo y Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de mano del mismo Cristo.

"Haced esto en conmemoración mía"

Preparación de los dones

   Al comienzo de la Liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
   En primer lugar se prepara el altar o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia eucarística, y entonces se colocan sobré él el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, que puede también prepararse en la credencia.
   Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los recibirá en un sitio oportuno y los dispondrá sobre el altar, mientras pronuncia las fórmulas establecidas.

Aunque los fieles no traigan pan y vino de su propiedad, con este destino litúrgico, como se hacía antiguamente, el rito de presentarlos conserva igualmente todo su sentido y significado espiritual.
   También se puede aportar dinero u otras donaciones para los pobres o para la iglesia, que los fieles mismos pueden presentar o que pueden ser recolectados en la nave de la iglesia, y que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística.


   Acompaña a esta procesión en que se llevan las ofrendas el canto del ofertorio, que se alarga por lo menos hasta que los dones han sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de ejecutar este canto son las mismas dadas para el canto de entrada, La antífona del ofertorio se omite, si no se canta.

    Las ofrendas colocadas en el altar y el altar mismo pueden ser incensados, para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso. También el sacerdote  y el pueblo pueden ser incensados por el diácono o por otro ministro, después de la incensación de los dones y el altar.

   A continuación, el sacerdote se lava las manos. Con este rito es expresa el deseo de purificación interior.

   Terminada la colocación de las ofrendas y los ritos que la acompañan, se concluye la preparación de los dones con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, y así todo queda preparado para la Plegaria eucarística.




jueves, 20 de junio de 2013

Liturgia de la palabra II


Cantos interleccionales

   Después de la primera lectura, sigue un salmo responsorial o gradual, que es parte integrante de la Liturgia de la palabra. El salmo se toma habitualmente del Leccionario, ya que cada uno de estos textos está directamente relacionado con cada una de las lecturas: la elección del salmo depende, según eso, del contenido de las lecturas. Sin embargo, para que el pueblo pueda  más fácilmente intervenir en la respuesta salmódica, han sido seleccionados algunos textos de respuestas y de salmos, según los diversos tiempos litúrgicos del año o las diversas categorías de Santos. Estos textos podrán emplearse en vez del texto correspondiente a la lectura siempre que el Salmo sea cantado.
   El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada y además participa con su respuesta, a no ser que el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin intervención de respuestas.
   Si se canta, se puede escoger, además del salmo asignado por el Leccionario, el gradual del Gradual Romano o el salmo responsorial o el aleluyático del Graduale simplex, tal como figuran en estos mismos libros.


   A la segunda lectura sigue el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico:

  a) El Alelulya se canta en todos los tiempos litúrgicos, fuera de la Cuaresma. Lo comienza o todo el pueblo o los cantores o un solo cantor, y, si el caso lo pide, se repite. Los versículos se toman del Leccionario o del Gradual.
  b) El otro canto consiste en un versículo antes del Evangelio o en otro salmo o tracto, como aparecen en el Leccionario o en el Gradual.

   Cuando hay una sola lectura antes del Evangelio:

   a) En los tiempos litúrgicos en que se dice Aleluya se puede tomar o el salmo aleluyático o el salmo y el Aleluya con su propio versículo que precede al Evangelio.

   El salmo que hay después de la lectura, si no se canta, se recita. En cambio, el Aleluya o el versículo que precede al Evangelio, si no se cantan, pueden omitirse.

   Las "secuencias", fuera de los días de Pascua y Pentecostés, no son obligatorias.


Homilía

   La homilía es parte de la liturgia, y muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre presente el misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.


   Los domingos y fiestas de precepto ha de haber homilía, y no se puede omitir sin causa grave, en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo; fuera de eso se recomienda sobre todo en los días feriales de Adviento, Cuaresma y tiempo pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia.
   La homilía la hará ordinariamente el mismo sacerdote celebrante.

Profesión de Fe


Credo in unum Deum...

   El Símbolo o profesión de fe, dentro de la Misa, tiende a que el pueblo dé su asentimiento y su respuesta a la palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía, y traiga a su memoria, antes de empezar la celebración eucaristíca, la norma de su fe.

   El Símbolo lo ha de decir el sacerdote con el pueblo los domingos y solemnidades; puede también decirse en peculiares celebraciones más solemnes. Si se canta, hágase como de costumbre, todos a la vez o alternativamente.

Oración universal

   En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres. Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo.

   Las series de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

   a) Por las necesidades de la Iglesia.
   b) Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
   c) Por los que sufren cualquier dificultad.
   d) Por la comunidad local.

   Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.

   Toca al sacerdote celebrante dirigir esta oración, invita a los fieles a orar, con una breve monición, y terminarla con la oración conclusiva. Conviene que sea un diácono, un cantor u otro el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio.







Liturgia de la Palabra


B) Liturgia de la palabra


Per evangélica dicta deleántur nostra delícta.
Por las palabras del Evangelio sean borrados nuestros pecados.

   Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal  de la Liturgia de la palabra; la homilía, la profesión de  fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. En las lecturas, que luego desarrolla la homilía, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación, y le ofrece alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de los fieles. Esta palabra divina la hace suya el pueblo con los cantos, y muestra su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal hace súplicas por las necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.

Lecturas bíblicas 

   En las lecturas se dispone la mesa de la palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros bíblicos. Como, según la tradición, la lectura de estos textos no es un oficio presidencial, sino ministerial, conviene que habitualmente lea el Evangelio el diácono o, faltando éste, otro sacerdote. El lector hará las otras lecturas. Cuando falte el diácono u otro sacerdote, leerá el Evangelio el mismo sacerdote celebrante.

   Que se haya de tributar suma veneración a la lectura del Evangelio lo enseña la misma Liturgia cuando la distingue por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor, sea por razón del ministro encargado de anunciarlo y por la bendición u oración con que se dispone a hacerlo, sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan la lectura puestos en pie; sea, finalmente , por las mismas muestras de veneración que se tributan al libro de los Evangelios.

Palabras de Benedicto XVI





lunes, 17 de junio de 2013

Ritos Iniciales(Continuación)


Saludo al altar y al pueblo congregado

   El sacerdote y los ministros, cuando llegan al presbiterio, saludan al altar; en señal de veneración, el sacerdote y el diácono lo besan. El sacerdote, según los casos, podrá también incensarlo.


   Terminado el canto de entrada, el sacerdote y toda la asamblea hacen la señal de la cruz. A continuación el sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada.



Acto Penitencial

   Terminado el saludo, el sacerdote u otro ministro idóneo puede hacer a los fieles una brevísima introducción sobre la misa del día. Después el sacerdote invita al acto penitencial, que se realiza cuando toda la comunidad hace su confesión general y se termina con la conclusión del sacerdote.


Señor, ten Piedad

   Después del acto penitencial, se empieza el Señor, ten piedad, a no ser que éste ya haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Siendo un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia, regularmente habrán de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y los cantores.

Gloria

   El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. Lo canta o la asamblea de los fieles, o el pueblo alternando con los cantores, o los cantores solos. Si no se canta, al menos lo han de recitar todos, o juntos o alternativamente.
   Se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y de Cuaresma, en las solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones más solemnes.

Oración Colecta

   A continuación, el sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar "colecta". Con ella se expresa generalmente la índole de la celebración, y con las palabras del sacerdote se dirige la súplica a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo. El pueblo, para unirse a esta súplica y dar su asentimiento, hace suya la oración pronunciando la aclamción: Amén.




Las Diversas Partes De La Misa



A) Ritos Iniciales

   Todo lo que precede a la Liturgia de la palabra, es decir, la entrada, el saludo, el acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria, y la oración colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y preparación.
   La finalidad de estos ritos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y se dispongan a oír como conviene la palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.

Entrada

   Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con sus ministros, se da comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido y elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrigico o de la fiesta, introduciendo y acompañanado la procesión de sacerdotes y ministros.

   Es cantado alternativamente por los cantores y el pueblo, o por un cantor y el pueblo, o todo por el pueblo, o solamente por los cantores. Pueden emplearse para este canto o la antífona con su salmo, como se encuentran en el gradual Romano o en el Graduale simplex, u otro canto acomodado a la acción sagrada o a la índole del día o del tiempo litúrgico, con un texto aprobado por Conferencia Episcopal.
   Si no hay canto de entrada, los fieles o alguno de ellos o un lector recitarán la antífona que aparece en el Misal. Si esto no es posible, la recitará al menos el mismo sacerdote después del saludo.


Catedral de Ourense


   
  

Estructura de la Misa


De la Instrucción General del Misal Romano(IGMR):

CAPITULO II

ESTRUCTURA DE LA MISA, SUS ELEMENTOS Y PARTES

I. ESTRUCTURA GENERAL DE LA MISA


7. En la Misa o Cena del Señor el pueblo de Dios es reunido, bajo la presidencia del sacerdote que hace las veces de Cristo, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucaristíco. De ahí que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"(Mt 18, 20). Pues en la celebración de la Misa, en la cual se perpetúa el sacrificio de la cruz, Cristo está realmente presente en la misma asamblea congregada en su nombre, en la persona del ministro, en su palabra y ciertamente de una manera sustancial y permanente en las especies eucaristícas.

8. La Misa podemos decir que consta de dos partes: la Liturgia de la palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto, ya que en la Misa se dispone la mesa, tanto de la palabra de Dios como el Cuerpo de Cristo, en la que los fieles encuentran formación y refección. Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión de la celebración.








domingo, 16 de junio de 2013

¿Qué es la Eucaristía?


Extracto de la introducción de la  Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis de Benedicto XVI



1.Sacramento de la caridad,[1] la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor « más grande », aquel que impulsa a « dar la vida por los propios amigos » (cf.Jn 15,13). En efecto, Jesús « los amó hasta el extremo » (Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos « hasta el extremo », hasta el don de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!
Alimento de la verdad
2. En el Sacramento del altar, el Señor viene al encuentro del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27), acompañándole en su camino. En efecto, en este Sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento de verdad y libertad. Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente libres (cf. Jn 8,36), Cristo se convierte para nosotros en alimento de la Verdad. San Agustín, con un penetrante conocimiento de la realidad humana, puso de relieve cómo el hombre se mueve espontáneamente, y no por coacción, cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le despierta el deseo. Así pues, al preguntarse sobre lo que puede mover al hombre por encima de todo y en lo más íntimo, el santo obispo exclama: « ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad? ».[2] En efecto, todo hombre lleva en sí mismo el deseo indeleble de la verdad última y definitiva. Por eso, el Señor Jesús, « el camino, la verdad y la vida » (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad. En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona, que atrae el mundo hacia sí. « Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin él pierde su orientación, puesto que sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril. Con él, la libertad se reencuentra ».[3] En particular, Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre. Por eso la Iglesia, cuyo centro vital es la Eucaristía, se compromete constantemente a anunciar a todos, « a tiempo y a destiempo » (2 Tm 4,2) que Dios es amor.[4] Precisamente porque Cristo se ha hecho por nosotros alimento de la Verdad, la Iglesia se dirige al hombre, invitándolo a acoger libremente el don de Dios.