jueves, 20 de junio de 2013

Liturgia de la Palabra


B) Liturgia de la palabra


Per evangélica dicta deleántur nostra delícta.
Por las palabras del Evangelio sean borrados nuestros pecados.

   Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal  de la Liturgia de la palabra; la homilía, la profesión de  fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. En las lecturas, que luego desarrolla la homilía, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación, y le ofrece alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de los fieles. Esta palabra divina la hace suya el pueblo con los cantos, y muestra su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal hace súplicas por las necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.

Lecturas bíblicas 

   En las lecturas se dispone la mesa de la palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros bíblicos. Como, según la tradición, la lectura de estos textos no es un oficio presidencial, sino ministerial, conviene que habitualmente lea el Evangelio el diácono o, faltando éste, otro sacerdote. El lector hará las otras lecturas. Cuando falte el diácono u otro sacerdote, leerá el Evangelio el mismo sacerdote celebrante.

   Que se haya de tributar suma veneración a la lectura del Evangelio lo enseña la misma Liturgia cuando la distingue por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor, sea por razón del ministro encargado de anunciarlo y por la bendición u oración con que se dispone a hacerlo, sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan la lectura puestos en pie; sea, finalmente , por las mismas muestras de veneración que se tributan al libro de los Evangelios.

Palabras de Benedicto XVI





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