jueves, 20 de junio de 2013

Liturgia de la palabra II


Cantos interleccionales

   Después de la primera lectura, sigue un salmo responsorial o gradual, que es parte integrante de la Liturgia de la palabra. El salmo se toma habitualmente del Leccionario, ya que cada uno de estos textos está directamente relacionado con cada una de las lecturas: la elección del salmo depende, según eso, del contenido de las lecturas. Sin embargo, para que el pueblo pueda  más fácilmente intervenir en la respuesta salmódica, han sido seleccionados algunos textos de respuestas y de salmos, según los diversos tiempos litúrgicos del año o las diversas categorías de Santos. Estos textos podrán emplearse en vez del texto correspondiente a la lectura siempre que el Salmo sea cantado.
   El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada y además participa con su respuesta, a no ser que el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin intervención de respuestas.
   Si se canta, se puede escoger, además del salmo asignado por el Leccionario, el gradual del Gradual Romano o el salmo responsorial o el aleluyático del Graduale simplex, tal como figuran en estos mismos libros.


   A la segunda lectura sigue el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico:

  a) El Alelulya se canta en todos los tiempos litúrgicos, fuera de la Cuaresma. Lo comienza o todo el pueblo o los cantores o un solo cantor, y, si el caso lo pide, se repite. Los versículos se toman del Leccionario o del Gradual.
  b) El otro canto consiste en un versículo antes del Evangelio o en otro salmo o tracto, como aparecen en el Leccionario o en el Gradual.

   Cuando hay una sola lectura antes del Evangelio:

   a) En los tiempos litúrgicos en que se dice Aleluya se puede tomar o el salmo aleluyático o el salmo y el Aleluya con su propio versículo que precede al Evangelio.

   El salmo que hay después de la lectura, si no se canta, se recita. En cambio, el Aleluya o el versículo que precede al Evangelio, si no se cantan, pueden omitirse.

   Las "secuencias", fuera de los días de Pascua y Pentecostés, no son obligatorias.


Homilía

   La homilía es parte de la liturgia, y muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre presente el misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.


   Los domingos y fiestas de precepto ha de haber homilía, y no se puede omitir sin causa grave, en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo; fuera de eso se recomienda sobre todo en los días feriales de Adviento, Cuaresma y tiempo pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia.
   La homilía la hará ordinariamente el mismo sacerdote celebrante.

Profesión de Fe


Credo in unum Deum...

   El Símbolo o profesión de fe, dentro de la Misa, tiende a que el pueblo dé su asentimiento y su respuesta a la palabra de Dios oída en las lecturas y en la homilía, y traiga a su memoria, antes de empezar la celebración eucaristíca, la norma de su fe.

   El Símbolo lo ha de decir el sacerdote con el pueblo los domingos y solemnidades; puede también decirse en peculiares celebraciones más solemnes. Si se canta, hágase como de costumbre, todos a la vez o alternativamente.

Oración universal

   En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres. Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo.

   Las series de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

   a) Por las necesidades de la Iglesia.
   b) Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
   c) Por los que sufren cualquier dificultad.
   d) Por la comunidad local.

   Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.

   Toca al sacerdote celebrante dirigir esta oración, invita a los fieles a orar, con una breve monición, y terminarla con la oración conclusiva. Conviene que sea un diácono, un cantor u otro el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio.







No hay comentarios:

Publicar un comentario